INMACULADA CONCEPCIÓN

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martes, 13 de enero de 2015

Oración del predicador

Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente me precipite a escuchar la Palabra de Dios,
y haz que no rechaze a los que ya se han acercado;
haz que sepa estar junto a las aguas, no dentro de las aguas de la vanagloria;
que suba a la navecilla de la obediencia y que baje a tierra por la humildad;
que lave las redes del deseo de la predicación
y de las buenas obras de toda avaricia, vanagloria y adulación;
que sepa repararlas mediante la armonía de las sentencias;
que las seque con la claridad;
que las recoja por cautela y no por pereza;
que no las rasgue por las divisiones;
que aleje de la tierra la nave de la religión y permanezca descansando en ella.
Haz que enseñe a los demás con el ejemplo;
que sepa alternar la contemplación y la acción;
que sepa conducir a los demás a la profundidad de la contemplación
mediante la predicación de la religión.
Que lance las redes en tu palabra
y no en la tiniebla del pecado y de la ignorancia
de tal forma que pueda capturar obras vivas;
que en las aguas de las tribulaciones
pueda llenar mis redes de la abundancia de tu presencia y de tus consuelos
de modo que el alma reviente de admiración y busque ayudar al prójimo,
especialmente a los más necesitados.
Que llene las naves de obediencia y de paciencia
y que por la humildad me prosterne ante las rodillas de Jesús
y que, una vez arribado de este mundo a la tierra de los vivientes,
pueda yo recibir los premios eternos. amén.

San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1814-1815.

Salmo 4

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, 
tú, que en la angustia me diste un desahogo: 
ten piedad de mí y escucha mi oración. 
Y ustedes, señores, 
¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria, 
amarán lo que es falso 
y buscarán lo engañoso? 
Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: 
él me escucha siempre que lo invoco. 
tiemblen, y no pequen más; 
reflexionen en sus lechos y guarden silencio, 
ofrezcan los sacrificios que son debidos 
y tengan confianza en el Señor. 
Hay muchos que preguntan: 
"¿Quién nos mostrará la felicidad, 
si la luz de tu rostro, Señor, 
se ha alejado de nosotros?"
Pero tú has puesto en mi corazón más alegría 
que cuando abundan el trigo y el vino. 
Me acuesto en paz y en seguida me duermo, 
porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso.